Las catástrofes naturales tienen consecuencias devastadoras para las personas. Afectan tanto en términos físicos como psicológicos, pudiendo suponer pérdidas materiales y/o personales. Estas últimas semanas hemos tenido que enfrentarnos a una situación de emergencia que ha conmocionado a muchas personas, hayan sido afectadas directa o indirectamente. En este contexto, el apoyo desde la familia y el círculo personal se convierte en una herramienta clave para la recuperación, aunque sea un proceso largo. Más allá del malestar físicoCuando ocurre una catástrofe, la atención inmediata se concentra en la evacuación, rescate y provisión de ayuda material para los damnificados. En este proceso hemos podido ver como nuestra sociedad ha reaccionado y esto ha hecho que su implicación nos haya conmovido, pero también desgastado a todos y a todas. No es necesario haber ayudado de la misma manera. Cada persona lo ha hecho como ha podido, pero sí es importante hablar de que la mayoría de las personas han sufrido con esta situación. Las consecuencias psicológicas al principio pueden quedar invisibilizadas. Debemos entender, y es lógico, que en un primer momento la prioridad es solventar los problemas más inmediatos. Aunque la destrucción del medio y las pérdidas materiales y personales son inmensas y dolorosas, los daños psicológicos que quedan lo son también y deben de ser prioridad de atención. Las emociones más inmediatas En los primeros momentos, tras una catástrofe, es normal que las personas experimenten una variedad de emociones intensas. Las personas pueden encontrarse confusas, sufrir miedo, ansiedad y desorientación. La situación es un caos, pero lo que ocurre en nuestro cerebro también lo es. Estos sentimientos pueden estar acompañados de una sensación de desrealización, de bloqueo. Las personas afectadas pueden tener dificultades en procesar la situación como real, afectando a su capacidad para poner en marcha comportamientos necesarios, de ahí la extrema necesidad de apoyo y acompañamiento. Los problemas que se quedan Es evidente que cada semana que pasa vamos enfrentándonos a las consecuencias de las pérdidas materiales y personales, se van ubicando y se inician procesos de compensación y ayuda para retomar las rutinas en la medida de lo posible. En este tiempo se comienzan los procesos de duelos, amplios y diferentes en función de las pérdidas, pero siempre presentes. Aunque podamos decir que poco a poco la ayuda llega para restablecer condiciones más normales, el paso del tiempo también hace que se manifiesten las secuelas que quedan a nivel psicológico y debemos prestarles atención. No vamos a encontrar dos personas que vivan procesos de duelo idénticamente, pero si podemos establecer sintomatología que nos advierte que las personas están sufriendo un momento de estrés y ansiedad perjudicial. Podemos hablar de pensamientos intrusivos que nos hacen revivir la situación traumática, sentirse en tensión y alerta constantemente, tener un temor mayor a situaciones cotidianas, pero nos recuerdan a lo que paso. Ansiedad, estrés, insomnio, dificultades para concentrarse, apatía… Por supuesto, en el inicio del duelo entra en proceso tener que enfrentarse a perdidas que han ocurrido en un contexto traumático. Sumado a la tristeza, ansiedad y sintomatología depresiva que acompaña a cualquier perdida, pueden aparecer sentimientos de culpa, rabia y desesperanza por todo lo ocurrido. La incertidumbre y la sensación de perder el control sobre la vida que llevábamos genera mucho malestar en la situación que están experimentando las personas afectadas. La familia y el apoyo emocionalSi bien es fundamental contar con ayuda profesional en casos de secuelas psicológicas severas, el soporte inmediato y sostenido desde el entorno familiar puede marcar una gran diferencia en el bienestar psicológico de los sobrevivientes. Validar las emociones de las personas afectadas es lo que más necesitan al principio y es algo que debe y puede iniciarse desde la familia y el entorno más cercano. En estas situaciones debemos evitar la sensación de aislamiento por lo vivido. Permitir la expresión emocional Uno de los aspectos más importantes para la recuperación es permitir que los afectados expresen libremente sus emociones, que encuentren un espacio de desahogo. No siempre es necesario responder con una solución o buscará, basta con permitir ese espacio de escucha. Evitar el evento o las sensaciones causadas por el trauma puede ser contraproducente. Crear espacios donde también alejarse del problema o despejarse es bueno, pero no como normal o no la única manera. Ayudar con las rutinas Aunque volver a la normalidad cuesta, y puede sonar frívolo en algunas circunstancias concretas, ayuda mucho poder encontrarse con sensaciones familiares en nuestras conductas. Reconstruir una vida pasa por recuperar ciertas cosas y construir las nuevas que hemos, o sentimos, que se han perdido. Las rutinas ayudan a reducir la incertidumbre y proporcionan una estructura que puede calmar la sintomatología ansiosa. Esto adquiere una relevancia mayor en las personas más jóvenes, que son realmente vulnerables en estas situaciones. Aunque todos sufrimos, tienen menos herramientas y poder volver a sentirse como antes, recuperar ciertos aspectos de su vida, les ayuda a ordenar. Que los más pequeños puedan entender Al igual que pasa en las muertes de los familiares o personas cercanas, se tiende a pensar que protegemos a los niños si no les hablamos de lo que pasa, si les alejamos de la situación. Esto no es cierto, porque no podemos aislarlos completamente de realidad, aunque queramos y aun así les estamos impidiendo que se enfrenten a sus emociones. Obviamente, debemos adaptar nuestro lenguaje y ser conscientes de que hay cosas que no necesitan saber o que no podemos desahogarnos delante de ellos como lo hacemos con otras personas adultas. Hay que buscar el espacio para hablar con ellos sobre el tema de forma adecuada y pedir ayuda profesional si vemos que no somos capaces o no conseguimos conectar con ellos y ellas. Este espacio de escucha pasará en el entorno más cercano y luego se ampliará, con la vuelta a la rutina, al entorno escolar y de amistades. Pide ayuda de un psicólogoHaber sufrido las consecuencias de lo acontecido es un verdadero peso que muchas personas tardaran en poder sobrellevar. Ser apoyo para las personas afectadas también lo es y no siempre vamos a poder ofrecer o cubrir todo lo que necesitan. Al igual que necesitamos una mano externa para arreglar los daños materiales, en las consecuencias a nivel psicológico puede que necesitemos también refuerzo y ayuda. El estrés y la ansiedad de estar acompañando procesos de duelo puede provocar un desgaste emocional y tenemos que ser conscientes de las cargas que podemos asumir y que la asistencia psicológica es esencial en estos casos. La intervención psicológica no solo ayuda con el sufrimiento, también promueve la resiliencia, herramientas para afrontar a corto y largo plazo y ofrece estrategias para enfrentar el trauma y reconstruir nuestros proyectos de vida adaptándonos a los cambios que no hemos podido elegir, que han venido impuestos. |
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