Todos hemos sentido en alguna ocasión que no podíamos con una situación determinada, en un momento de nuestra vida concreto o en general. No siempre nos vemos capaces ni tenemos manos, ojos y tiempo para todo y todos. La sociedad en la que vivimos no solo nos marca un ritmo de vida inalcanzable, también nos manda mensajes con un exceso de positivismo tóxico en el que nos arrastra a sentirnos mal si no podemos abarcar todas las demandas, peticiones y trabajos. Esta sensación no solo se produce por las demandas ajenas. A veces, influye muchísimo más la autoexigencia y las expectativas excesivamente altas que nos imponemos. Queremos cumplir, pero también queremos complacer, atender, encajar y gustar. En casi todos los ámbitos vitales está presente esta “necesidad”, el problema es cuando la ponemos por encima de nuestro bienestar emocional. Cuando relacionamos fracaso con no poder llegar a todo y éxito con abarcar cosas inimaginables a costa de nuestra salud mental. ¿Qué tenemos que tener en cuenta?Prestar ayuda a las personas no debe confundirse con esclavizarse. La complacencia es una compañera peligrosa para nuestra salud emocional. Ayudar a las personas que nos rodean es positivo, pero en exceso puede convertirse en algo peligroso para nosotros mismos si dejamos que esta actitud esté por encima de las propias necesidades Puede generar una falsa sensación de satisfacción al ver las respuestas positivas de las personas que nos rodean, sobretodo si son seres queridos, pero querer hacer feliz a alguien a costa de nuestra propia felicidad y apetencias ensombrece ese proceso. No significa que no podamos hacer sacrificios puntuales. Se trata de encontrar un equilibrio entre decir siempre que sí y siempre que no, entre darlo todo a los demás y no dar nunca nada. Básicamente porque si tú no estás bien emocionalmente, si no ponemos por encima cuidarnos, no vamos a poder ayudar a los demás de forma adecuada. No será productivo para ellos, ni para nosotros, y además nos quemaremos y desgastamos por el camino. Debes establecer expectativas realistas Como hemos comentado antes, no todas las exigencias vienen de fuera. Nuestras propias expectativas y metas también marcan el ritmo al que queremos avanzar y todo lo que queremos abarcar. Es muy importante ser conscientes de nuestros límites para evitar establecer expectativas irrealistas. Además si no conocemos estas líneas rojas tampoco podremos poner en marcha la negación de forma asertiva ante demandas de otras personas. El exceso de perfeccionismo es una falta de confianza Aunque vivamos en un mundo que nos exige la perfección, detrás de la búsqueda de esta misma se esconde a veces una gran falta de confianza en nosotros mismos. Tememos no saber hacer las cosas y con ello caemos en un perfeccionismo completamente tóxico y nocivo para nuestra mente. Un bucle que nunca acaba entre retoques, inconformismo y autocrítica. Confundimos el no saber algo o no saber hacer algo con un defecto nuestro. Nos culpamos y ponemos el foco en nosotros y queremos compensarlo con un exceso, en vez de buscar el factor externo con el que podríamos solucionar el problema (ya fuera cambiando estrategia o con un nuevo aprendizaje). Es esencial trabajar en nuestra autoestima y confianza en nosotros mismos para así defendernos de esta necesidad de rozar una perfección inalcanzable e innecesaria en muchas ocasiones. Esta necesidad de perfección nos lleva a caer en procesos de ansiedad que, convirtiéndolo en un bucle, es la culpable de que no podamos trabajar y alcanzar bien nuestros objetivos. Tomarnos una tarde de descanso no soluciona el problema. No estamos diciendo que los descansos puntuales no sean necesarios y útiles para recargar las pilas. El problema está en que, a veces, caemos en la trampa de poner pequeños parches a lo largo de la semana para descansar y permitirnos desconectar, pero luego volvemos al mismo ritmo nocivo de siempre. Tenemos que llegar al origen del problema, a la causa y al por qué. Hay que descubrir que escondemos tras esa autoexigencia y ponerle remedio. Todas esas cosas que ponemos en primera línea, ¿Son realmente necesarias? ¿Necesitan ser cumplidas de inmediato? ¿De verdad no pueden esperar si necesitamos espacio para nosotros mismos? Abraza tus errores Tendemos a interpretar las equivocaciones y los fallos como fracasos absolutos que nos impiden alcanzar los objetivos que nos marcamos. Puede que lo sean, pero equivocarse no solo trae esa consecuencia negativa. Debemos darnos cuenta que los errores también cumplen su función de aprendizaje. A veces es un error lo que nos lleva a generar y saber poner en marcha una nueva herramienta que nos proporcione el éxito. No se trata de no exigirnos lo mejor, se trata de no martirizarnos si no los conseguimos. Hasta que no empiezas el camino para llegar a un objetivo no podemos saber con total seguridad la clave del éxito. Es más, igual para alcanzarla debemos errar primero. Cuando nos equivocamos aprendemos, descartamos ciertas maneras de actuar para no volver a ponerlas en marcha y buscamos alternativas. Puedes pedir ayuda Puedes sentirte atrapada en esta situación y no saber cómo salir de ella. La presión autoimpuesta sumada a los estresores externos que nos enfrentamos en el día a día puede dificultar muchas experiencias vitales. La terapia psicológica puede ayudarte a establecer metas más realistas, trabajar la autoexigencia, enseñarnos a perdonar y perdonarnos, a buscar alternativas ante las adversidades, hacerle frente a la ansiedad y cambiar los pensamientos recurrentes que nos impiden salir del bucle. Es decir, nos puede enseñar a como gestionar el exceso de autoexigencia. Su objetivo será mejorar nuestro bienestar emocional para que con mayor autoestima y control sobre nosotros mismos entremos en un proceso de autoconocimiento. Y recuerda: NO, no siempre podrás con todo y eso está bien. No pasa nada, no te convierte en menos válido, ni te convierte en peor persona. Nadie puede con todo, y quién finge poder hacerlo paga un precio muy duro por ello. “La mente no tiene límites, pero el cansancio sí”. -Syd Barrett-
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