Fake News: Psicología para combatir los bulos o noticias falsas

Vivimos en la era de la información y el auge de las nuevas tecnologías. Tenemos tantos recursos para informarnos que caemos precisamente en que esto pueda convertirse en desinformación, no por falta de ella, por no poder comprobarla toda, ni saber bien si es verdadera o falsa. No hablamos de opiniones, que todos y todas podemos tener diferentes y valoraremos y analizaremos las mismas situaciones desde paradigmas contrarios. Hablamos de noticias falsas, de información que puede ser peligrosa para las personas más jóvenes, pero también para los adultos. 

La información fluye en nuestras vidas a toda velocidad. Acceder a datos veraces y fiables sigue siendo factible, pero el problema viene que los que son lo que llamamos “fake news” se entremezclan de una forma incontrolable. Instagram, TikTok y otras muchas redes sociales son una forma rápida y esquemática de informarnos y muchas veces confiamos en ellas. La información que recibimos afecta a la construcción de nuestra realidad individual y compartida y por ello es tan importante saber acceder a información de calidad y enseñar a las personas más jóvenes a crecer en un mundo en el que cada día se vuelve más complicado hacer un buen uso de las redes sociales. 

Sesgos cognitivos en las llamadas "fake news"

Es imposible que nuestro cerebro procese información de forma completamente objetiva. Cada persona tienes sus valores, sus creencias y sus influencias y esto no es malo per se. El peligro viene cuando, además de esto, entran en juego noticias falsas, información falsa, acceso a plataformas que distorsionan o juegan con la información con fines de control o para generar malestar. No vamos a entrar en ideales políticos, morales o religiosos. Hablamos de información sobre salud, por ejemplo. Al igual que en la psicología, u otras profesiones, se produce intrusismo laboral por personas que aconsejan y/o acompañan trastornos mentales y esto puede ser grave, la información es poder. Es el alimento que recibe nuestro cerebro para procesar muchas de las cosas que nos pasan, es donde buscamos explicaciones o consejos y debemos cuidar nuestras fuentes. 

Sesgos cognitivos

Hablamos de un patrón sistemático de pensamiento que lleva a errores en la valoración, toma de decisiones o los juicios que hacemos sobre una situación determinada. Surgen de un mecanismo cerebral para buscar de forma rápida una respuesta, podríamos llamarlo un atajo, para procesar información de forma rápida. Suelen llevarnos a interpretaciones erróneas que generan malentendidos y malestares.

Sesgo de confirmación: Es darle mayor valor y atención a las opiniones o información que casan con nuestra idea y pensamiento sobre un tema, ignorando la que la contradice. 

Sesgo por exposición: Aunque se utilizan otros términos, nos interesa describir el proceso que nos lleva a creer en algo con más determinación por el simple hecho de escucharlo más, de tenerlo más presente, aunque este sea falso.

Sesgo de autoridad: Si una afirmación o información viene de alguien en que confiamos más o consideramos un referente o figura de autoridad, vamos a cuestionarnos menos la información, aunque esta nos resulte poco creíble.

Efecto del falso consenso: Si un grupo amplio de personas, un grupo social de referencia, cree en algo o tiende a tener una opinión sobre algo, hay más probabilidades de que la aceptemos como real o que no la contrastemos tanto, porque pensamos que ese trabajo ya está hecho. Esto es muy común en la información en las redes sociales que se propaga sin control y las personas jóvenes, sin tener en cuenta esto, piensan que por estar publicado en muchos sitios es real y por estar publicado en un influencer que consumen su contenido con asiduidad. 

Las plataformas digitales han exacerbado la difusión de noticias falsas. Esto es un hecho irrefutable y, podríamos decir, casi incontrolable. La mejor herramienta es precisamente saber darles un buen uso, porque no podemos ser expertos en todo, ni tendremos tiempo para contrastar información al milímetro siempre. Saber diferenciar la divulgación de la ciencia, saber diferenciar información de realidad y saber e integrar el aprendizaje de contrastar lo que nos parece importante en nuestra vida son herramientas que debemos desarrollar desde que somos jóvenes. 

Las personas adultas debemos aprender a hacerlo mientras las redes sociales y las TICS nos alcanzan. 

¿Cómo podemos combatir la desinformación?

Aunque normalmente delegamos esta tarea en juzgar a los medios o exigir un control institucional y judicial sobre ello (es necesario, por supuesto) podemos desarrollar determinadas estrategias para protegernos, y sobre todo, para poder enseñar a las personas más jóvenes a relacionarse de manera sana en la era digital. 

Alfabetización digital

Aunque desde los centros educativos cada vez hay más conciencia para dar talleres e informar sobre el uso responsable, no hablamos solo de eso. Hablamos de educar en ese pensamiento crítico acorde a la era en la que viven. 

Hablamos de la capacidad de usar tecnologías digitales de manera segura, si, pero desde un punto de vista  eficaz y crítico también. Este proceso debe de potenciarse también en generaciones más mayores que se han quedado atrás en la actualización del uso. No todo es malo en las redes sociales y las nuevas tecnologías, de hecho, muchas personas mayores sufren las consecuencias de no recibir una buena educación sobre ello. 

Verificación de información

Conocer recursos para verificar información es esencial para que ese trabajo no nos suponga un esfuerzo extra. No estamos potenciando que las personas jóvenes y nosotros como adultos no debamos esforzarnos o caigamos en el peligro de la costumbre a la inmediatez, pero si es cierto que es un gran enemigo, tener que hacer un trabajo exhaustivo para contrastar y existen herramientas útiles para ello que pueden ayudarnos a crear este hábito de forma saludable y progresiva. 

Intervención psicológica y social

Puede resultar extraño pensar en la terapia para afrontar el problema de la desinformación, pero en el sustrato y base de este tipo de fenómenos que se dan recientemente en nuestra sociedad está el mal uso y el abuso de las redes sociales. 

Tanto en personas jóvenes como en personas adultas este problema está cada vez más arraigado. Nos aísla, empeora nuestras relaciones sociales y dificulta nuestras obligaciones, ya sean de estudios o trabajo. 

La educación mediática es algo que cada vez más se aborda y estudia desde la psicología social y esto se traduce en determinar y desarrollar terapias para afrontar sus consecuencias en nuestro estado de ánimo. Muchos de los problemas de ansiedad vienen por esta hiperconexión que tenemos en las redes, Hemos hablado en otras ocasiones del efecto FOMO o la presión que generan sobre nuestra autoestima y percepción corporal. La desinformación en salud también viene disfrazada de entrenamientos y dietas milagrosas, por ejemplo. 

La terapia puede ayudarnos a trabajar los sesgos cognitivos, a trabajar nuestros pensamientos críticos, a establecer rutinas saludables con nuestra relación con las redes sociales y a darnos herramientas como padres y madres para trasladar esto a las personas más jóvenes y esto tiene un impacto directo positivo sobre nuestro bienestar emocional.