Para muchas personas las relaciones familiares son esenciales en sus vidas. Independientemente del tipo de relación o vínculo que se establezca, influyen en la construcción de nuestra identidad, valores y creencias. Son parte de cómo somos, de cómo nos relacionamos con los demás. Además, en la mayoría de los casos, pasamos nuestras primeras etapas vitales en este contexto, sea más o menos favorable. Por ello, el tipo de apego y vínculo que se establezca afecta inevitablemente a nuestra salud mental. Como en todas las relaciones pueden establecerse dinámicas tóxicas. No hablamos solo de amores tóxicos en las relaciones de pareja. Una relación tóxica es aquella que construye o desarrolla vínculos de forma disfuncional y dañina para una o varias personas. En verdad, aunque sea una persona la que más sufra, esta forma de vincularse no es positiva para ninguna de las partes, ya que se establecen dinámicas que generan malestar para todos y todas. “Este malestar puede manifestarse de diversas formas, como manipulación emocional, la falta de desarrollo de autonomía, abuso de poder verbal o físico, control excesivo, falta de respeto mutuo, desconfianza, celos y muchas otras conductas dañinas para las personas. En una relación tóxica, las necesidades emocionales de una o ambas partes no se satisfacen de manera saludable. No se construye mutuamente y se crea un ambiente ausente de apoyo. La relación puede llegar a ser destructiva para la salud mental y emocional de las personas involucradas, afectando a todas las áreas de nuestra vida. Es importante reconocer los signos de una relación tóxica para poder tomar medidas para salir de ella o buscar ayuda para mejorarla, sea el tipo de relación que sea” Os dejamos el enlace a un artículo en el que se desarrolla en más detalle los estilos de apego que pueden desarrollarse desde la infancia. ¿Qué podemos hacer para mejorar las relaciones familiares?Reconocer el problema Como en la mayoría de los problemas que ocurren en nuestra vida, debemos de ser capaces primero de detectarlos. Es complicado no dejarse llevar por las normas sociales que rodean la creencia de que la familia es ante todo obligación. No estamos hablando que la presencia y cuidados sean algo negativo o que precisamente esta predisposición a volcarnos en nuestros seres queridos más cercanos sea malo, pero es evidente que en una relación basada en las faltas de respeto y que nos genera malestar da igual el tipo de consanguinidad que exista, debemos hacer algo para cambiarlo. Incluso, a veces, es necesario la ruptura de este tipo de relaciones, aunque socialmente nos choque y sea un vínculo mucho más complicado de soltar. Trabajar la comunicación Otras de las claves en cualquier conflicto es la comunicación. No hablamos solo de saber expresar el malestar y escuchar. Hablamos de saber hacerlo de forma asertiva y donde todas las partes puedan sentirse escuchadas, comprendidas y validadas. Esto no es incompatible con que siempre esté presente el respeto. Debemos practicar y desarrollar estrategias que nos permitan controlar estos momentos de comunicación. Si estamos en mitad de una discusión o en el pico más alto de estrés, ira o malestar, nuestra comunicación va a ser más agresiva, restando al proceso de reconciliación o acuerdo. Hablemos de límites Pese a que debemos de poder expresar y dejar que se expresen, aunque no estemos de acuerdo con otras opiniones o tengamos puntos de vista diferentes, siempre tenemos que conocer nuestros límites. No podemos caer en que con la excusa de que toda opinión o circunstancia es válida, ello nos lleve a superar nuestros límites o aceptar conductas que nos dañan. Existen comportamientos inaceptables y que todos somos capaces de detectar, pero hay matices concretos para cada persona y circunstancia y debemos hacer ese trabajo de autoconocimiento y expresión. Practicar el perdón Ser capaces de asumir errores es tan importante como comunicarnos de forma correcta. Es más, el perdón es uno de los mensajes más importantes que las personas en un conflicto necesitan escuchar o poder sentirse cómodas en expresar. Sanar relaciones dañadas implica asumir responsabilidades. No es una cuestión de señalar un único culpable, es una cuestión de coger la responsabilidad que a cada uno le corresponde y transformarla en algo que sume. Una disculpa no es solo cuestión de decirlo con palabras; también debes expresar una voluntad sincera de reparar el daño causado, de cambio si es necesario, de compromiso, de vínculo o incluso de punto de partida para una despedida, aunque duela. Centrarse en las similitudes La mayoría de los conflictos se generan en las discrepancias con las personas, tiene lógica. Las diferencias o más bien poner el foco en ellas constantemente nos lleva a la desconexión emocional con las personas. Debemos intentar, no solo solucionar el momento o el conflicto en sí, también trabajar en generar conexión, cercana, trabajar el vínculo positivo. Disfrutar del tiempo compartido y de las cosas que nos suman. Los momentos de conexión fortalecen los lazos en todas las relaciones, sean familiares, de amistad o de pareja, y fomentan un sentido de pertenencia, la sensación de presencia y apoyo mutuo. Autocuidado Esto podría estar más alejado del conflicto en sí, pero si no tenemos nuestra salud mental cuidada vamos a poder resolver peor cualquier circunstancia negativa. No podemos olvidarnos de nuestras propias necesidades por las del resto y esto no es ser egoísta. Para poder cuidar, para poder sanar y para poder estar, debemos también poder hacerlo con nosotros y nosotras mismas. Pedir ayuda Es evidente que este tipo de relaciones dañinas en el ámbito familiar son de las más difíciles de abordar. Como hemos comentado antes, la propia sociedad nos induce a un pensamiento de absoluta tendencia a, casi podríamos decir, impunidad en los conflictos familiares. La ayuda psicológica, ya sea individual o en terapia familiar conjunta, puede ser la clave para encontrar el camino y desarrollar las herramientas y estrategias para poder resolver estos conflictos y mejorar la relación. No es solo dejar atrás los problemas, también es encontrar la forma de volver a disfrutar o de simplemente poder tolerar estas relaciones dentro de un contexto general del que no podemos huir completamente. Las familias tienen diversos miembros y los conflictos pueden estar centrados en uno en concreto, pero no por ello queremos perder la relación. A veces la solución está en poder convivir y gestionarlo.
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