Terapia de Pareja -

Por qué se pierde el interés en una relación y cómo solucionarlo en Valencia

Por qué se pierde el interés en una relación y cómo solucionarlo

Las circunstancias ambientales modulan nuestras conductas. Es posible que sea algo que no siempre detectemos de antemano, pero es así. Nuestros comportamientos se ven afectados en función de si sentimos que estos están “premiados” o “castigados”, aceptados o juzgados, básicamente si nos aportan algo que consideramos placentero o desagradable.

Este tipo de recompensas o castigos pueden ser tan sutiles que ni los apreciemos conscientemente, pero como todo en esta vida no es una cuestión exclusivamente de positivo o negativo, hay otros caminos más ambiguos, como es el caso del refuerzo intermitente.

En todo tipo de relaciones pueden darse estos sucesos, pero hoy vamos a centrarnos sobre todo en qué ocurre cuando vivimos esta situación en las relaciones románticas, sobre todo en su inicio.

El refuerzo positivo y el refuerzo intermitente

Para entender este fenómeno debemos hablar del trabajo de B. F.Skinner y el conductismo.

Hablamos de analizar el comportamiento a través de los estímulos, como hemos comentado antes nuestro comportamiento se rige en función de los premios y castigos que recibimos por él.

Es necesario que resumamos tres conceptos clave que explicaremos con el ejemplo del experimento de la caja de Skinner de manera muy sencilla. Consiste en una caja en la que se introducía un animal de estudio (rata o paloma habitualmente) para estudiar su comportamiento ante los refuerzos o la ausencia de ellos. Dentro de la caja se incluía una palanca que iba asociada a un dispensador de agua o comida, algo que los animales recibían como un premio.

Por un lado, se experimenta el llamado refuerzo positivo. Básicamente, si el animal pulsaba la palanca recibía un premio. Los animales tendían a repetir la acción dado que lo relacionaban con recibir el refuerzo, en este caso positivo.

Cuando hablamos de reforzadores negativos no hablamos de castigos como tales. En verdad es una forma de incentivar la respuesta retirando lo que consideramos consecuencias malas o no deseadas, así ocurrió con el experimento cuando los animales conseguían detener la descarga eléctrica cuando presionaban la palanca.

Es en este punto cuando apareció el llamado refuerzo intermitente. La recompensa en este grupo de animales no se podía predecir. Independientemente de que el animal tuviese una conducta y otra (apretase la palanca o no) no aparecía la recompensa siempre. En algunas ocasiones salía comida y otras no. Este suceso no estaba ligado a su comportamiento.

Tendría sentido pensar que los animales responderían de forma más intensa cuando hablásemos de refuerzo positivo, pero los resultados del experimento demostraron que ante el refuerzo intermitente la recompensa se interpretaba como algo más adictivo. Esa incertidumbre sobre si se recibiría o no el “premio” era un aliciente.

¿Qué pasa en las relaciones?

Aquí viene la clave de nuestro artículo.

Hemos hablado en otras ocasiones de comportamientos que vienen muy ligados al inicio de las relaciones románticas, como puede ser el ghosting.

Todos conocemos a alguien que le habrá ocurrido alguna vez. Estás conociendo a alguien que te gusta, hay conexión, estás a gusto hablando con esta persona e incluso quedando y de repente desaparece. Desaparece de nuestra vida dejando de contestar del todo o cambiando drásticamente su comportamiento y comunicación con nosotros/as.

Dejamos aquí un enlace relacionado sobre el tema que puede resultaros de interés, ya que habla del ghosting y cómo detectarlo.

El refuerzo intermitente es otro fenómeno que puede darse en las relaciones románticas y de otras índoles.

Básicamente, sería, que al igual que en los experimentos de Skinner, la persona que nos gusta y nos causa interés podríamos decir que nos da una de cal y una de arena.

No tiene que ser algo negativo, como se entiende la palabra, algo aparentemente malo. Hablamos de la ausencia de refuerzos positivos, de atenciones, de cambios de conductas sin una explicación y todo esto de forma intermitente.

Un día vuestros esfuerzos, atenciones y conductas son similares y están compensados y al otro desaparece o disminuye la intensidad en la relación que teníais.

No hablamos de que alguien no pueda o no quiera contestar a algo puntual o por algo puntual, ni de que la intensidad va bajando a medida que las relaciones avanzan. No puede ser siempre lo mismo que “al principio”. La etapa de enamoramiento sufre cambios a medida que evoluciona.

Hablamos de un comportamiento errático, descontextualizado y que hace daño a la persona. De una manipulación hacia alguien que tiene un interés real y está desarrollando unos sentimientos que la otra alimenta, para luego marcharse o echar el freno. Y no, tampoco es que no tengamos derecho a cambiar de idea o que podamos dejar de sentir.

Es que vamos y volvemos sin tener en cuenta ni comunicar a la otra persona lo que nos está pasando. Dejándola en un mar absoluto de incertidumbre que también se relaciona con el concepto de indefensión aprendida: “Haga lo que haga, no cambia nada”.

Podríamos pensar, pues que estas dinámicas nos alejarían de este tipo de relaciones, pero suele ocurrir todo lo contrario. Al igual que el experimento de Skinner, podemos caer en obsesionarnos. En que esa recompensa descontextualizada la ansiemos tanto que estemos dispuestos a recibir castigos (ya sean conductas negativas o ausencias de positivas) para experimentar una vez más esa intensidad.

Esto se traduce en comportamientos en las personas que un día te contestan a todo y luego están cuatro días sin decirte nada. Que cuando quedas con ellos/as todo está increíble, lo sientes y te lo expresan, pero luego parece que no tienen nada de interés en ti durante días o semanas posteriores y que reaparecen, sin previo aviso ni explicación, con el mismo entusiasmo roto que te dejaron.

“¿Qué ha cambiado”, “Qué he hecho?”, “Parece que ahora si muestra interés de verdad”. Intentamos explicar el hecho con nuestras conductas, pero nada tiene que ver con lo que hacemos o lo que no, ni para bien ni para mal.

Estos comportamientos se facilitan con las nuevas formas de relacionarnos. Las redes sociales, aunque sean una ventana que nos permite explorar más opciones y acceder a información y comunicación, también facilitan la falta de responsabilidad afectiva.

¿Qué hacer si estás en esta situación?

Vamos a alejarnos de la idea de que lo más difícil es darnos cuenta de lo que nos está ocurriendo. Puede que sea así y que nos cueste trabajo asumirlo, pero también puede que lo que más nos cueste sea encontrar la forma de salir, aunque lo sepamos.

Cada relación y cada persona es un mundo, y como venimos diciendo en todo el artículo el ambiente, las circunstancias, la mochila con la que cargamos de experiencias pasadas y nuestras herramientas de afrontamiento son clave para poder superar estas situaciones.

Marcar límites no es nada fácil, sobre todo cuando entran en juego emociones y apetencias tan intensas como las que ocurren en un proceso relacionado con las relaciones afectivas.

Saber qué queremos es casi tan difícil como saber qué no queremos, qué cosas nos perjudican y nos restan.

Intentar ver las situaciones que se dan desde fuera es siempre una buena herramienta, como poco, de información. ¿Qué le dirías a un ser querido que está pasando por la misma circunstancia? Que te contase estos comportamientos de una persona hacia él o ella.

Debemos ser capaces de poner nuestro bienestar emocional por encima de incluso nuestros deseos más profundos. No hablamos de algo puntual, hablamos de una constante que se mantiene en el tiempo y que la felicidad que nos aporta es efímera comparada con el malestar que ocasiona.

Pide ayuda. La terapia psicológica puede ayudarte a desarrollar herramientas para establecer límites, trabajar la autoestima y asertividad.

 

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