La vida está llena de decisiones, de momentos de inflexión y elección: ¿Qué voy a estudiar? ¿En qué voy a trabajar?, ¿Dónde quiero vivir?, ¿Quiero formar una familia?, ¿Quiero casarme o vivir con mi pareja?... Algunas respuestas a estas preguntas nos pueden venir dadas o impuestas por las circunstancias y otras tenemos que darles respuesta por nosotros y nosotras mismas o ponernos de acuerdo con otras personas de nuestra vida. Afrontar estos hechos implica siempre tomar una decisión y nos enfrentamos a ello cada día. Algunas de estas decisiones son más relevantes, como las que hemos nombrado arriba, y otras son más cotidianas (como elegir el desayuno o la comida, el lugar al que vamos a ir a pasar el día, la ropa que ponerme, etc.). Lo cierto es que tomar una decisión no siempre es una tarea sencilla, aunque en algunos casos lo hayamos automatizado. Es un proceso complejo que requiere esfuerzo y análisis y que a algunas personas les genera mucho malestar tener que afrontar. ¿Qué es la toma de decisiones?Cuando hablamos de tomar decisiones hablamos de un elemento fundamental en nuestras vidas. Es un conjunto de procesos y valoraciones que ponemos en marcha para escoger una de las opciones que se nos presenta ante una determinada situación. Esta decisión la tomamos en función de muchos factores que rodean al hecho, a nuestra situación actual y circunstancias vitales. Claves y Consejos para tomar decisiones.No siempre vamos a poder tomar una decisión de manera fácil, pero si podemos entrenar ciertas acciones para que nos generen el menor malestar posible. Lo que debes evita. 1. No te centres solo en lo que pierdes al tomar la decisión. Es una cuestión de balanza, no podemos decidir únicamente centrándonos en lo que vamos a tener que dejar atrás o renunciar, debemos analizar también lo que ganamos, a corto y largo plazo. 2. No retrases o evites enfrentarte a ella. Cuando hablamos de procrastinar no nos referimos exclusivamente a tareas u obligaciones. En muchas ocasiones también dejamos para mañana las decisiones que nos incomodan, nos generan malestar o pereza, haciendo más grande la bola y añadiendo más presión y ansiedad en el proceso. No es una cuestión de hacerlo de manera precipitada, pero ponte una fecha límite acorde a la situación. Hay que tener en cuenta que casi nunca se dará la circunstancia de que estemos cien por cien seguros o de que no sintamos algo de incertidumbre, si no, no tendríamos que tomar una decisión. 3. ¿Y si me equivoco qué pasa? Pues es evidente que si pudiéramos elegir, elegiríamos, no equivocarnos, pero el error forma parte de la vida y de los procesos que hay en ella. No siempre podremos tomar las mejores decisiones, pero si las abordamos con miedo no estaremos decidiendo de manera acorde a costes y beneficios. De los errores podemos sacar grandes aprendizajes y herramientas para futuras decisiones. Cosas que pueden ayudarte.Una cuestión de prioridades ¿Qué es prioritario? Poner en orden las tareas y establecer prioridades sobre lo que queremos y necesitamos valorando nuestras circunstancias puede allanar el terreno de la toma de decisiones. Esto puede facilitarnos decisiones futuras al tener claro nuestros límites y deseos. No te recrees en las decisiones del pasado. Ya hemos hablado antes de que los errores y las equivocaciones forman parte de la vida, así que si has tomado una "mala decisión" o una decisión que consideras equivocada debes intentar dejarla ir. Obligarnos a continuar por un camino que sentimos erróneo puede desgastarnos mucho. Evita los pensamientos dramáticos. Muchas veces nos quedamos atrapados en los “y si…”, en dramatizaciones sobre el futuro que todavía no conocemos. Es cierto que ante cualquier decisión puede haber un resultado que valoremos como negativo, pero si vamos a plantear todas las posibilidades debemos trabajar en que sea un análisis realista: ¿Es real qué esto puede llegar a ocurrir?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?. Podemos valorar todas las opciones, pero obligándolos a justificar que lo que estamos pensando es plausible, realista y acordé a las circunstancias. Las alternativas. No podemos tomar decisiones si nos planteamos 25 alternativas ante una misma situación. Debemos reducirlas. Para ello podemos empezar por agruparlas y poco a poco ir construyendo 3 o 4 alternativas que engloban estos resultados. De esa manera, nuestra mente se podrá centrar mejor en ver el mapa general de la decisión. No tomes las decisiones de manera precipitad. Hemos comentado antes que no debemos procrastinar, pero tampoco irnos al otro extremo. Tomar las decisiones en caliente puede hacer que luego nos arrepentimos de nuestra decisión, alargando un proceso que requería de un análisis previo (que podrá ser mayor o menor en función de las circunstancias). La cuestión es que a veces hay emergencias, pero incluso en ellas, siempre se puede reposar mínimamente la decisión. Esto prevendrá, en mayor o menor medida, que la ansiedad o el estrés afecten más en este proceso. Cuida el espacio para decidir. Y no me refiero como tal a un espacio físico, más bien a buscar un momento en el que solo nos dediquemos a pensar y analizar para poder tomar la decisión. Muchas veces ponemos excusas y posponemos dar respuestas a la incertidumbre por tareas, por tener que hacer x o y. Busca un espacio tranquilo, de silencio, que puedas reflexionar y creer, en el que puedas escribir las alternativas incluso. Es una inversión de tiempo, si, y puede que no siempre te venga bien, pero a la larga te estarás permitiendo organizarte mejor. Si ya sabes que hay un espacio y hora del día para reflexionar sobre ello, podrás manejar mejor los pensamientos constantes mientras realizas otras tareas y además el tiempo invertido será más fructífero. Pide ayuda Puede que en general te cueste mucho tomar decisiones, que siempre que te enfrentes a estos procesos sientas malestar psicológico y emocional, llegando incluso a afectar otras áreas de tu vida, o puede que simplemente la decisión actual que tienes que tomar te esté sobrepasando. A veces no solo nos cuesta tomar decisiones por la magnitud del acontecimiento. Podemos arrastrar problemas de asertividad, control emocional, problemas en el trabajo, familia o pareja. En cualquier caso, la ayuda psicológica puede dotarte de herramientas concretas y enseñarte a manejar técnicas para tomar decisiones y para hacer frente a estas dificultades que todos y todas podemos tener en algún momento. Igual que a veces las decisiones tienen que ser compartidas e implican elegir y ponerse de acuerdo, no siempre podremos afrontar la incertidumbre que nos plantea la vida solos.
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