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Control de la ira en adultos en Valencia

Control de la ira en adultos

Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos enfadado de una forma intensa en la que, ese enfado, nos domina y nos controla invadiéndolo todo. La ira es una emoción que se relaciona con la agresividad. Puede oscilar entre leve y moderada en su intensidad y viene acompañada de sintomatología física como el aumento del ritmo cardíaco, sudoración o enrojecimiento, como ocurre en los dibujos animados.

Podríamos decir, que esa emoción de ira nos pone en un estado de alerta, de tensión permanente que nos vuelve menos racionales, pero más instintivos. Es un mecanismo de defensa que activa nuestro organismo ante un peligro, sea real o ficticio. El problema reside precisamente en eso, en que a veces expresamos una ira irracional o una ira incontrolada ante estímulos que no necesitan de esa respuesta extrema llevándonos a situaciones que nos afectan a nivel emocional y físico.


Ira y agresividad

La ira puede aparecer en muchas situaciones. Miedo, inseguridad, celos, frustración… Son experiencias que llevan nuestro estado emocional al límite.

Cuando sentimos una amenaza en nuestra vida esta ira puede llevarnos a manifestar de forma externa estas emociones y con ello a tener un comportamiento agresivo.

Aparece de forma automática, y aunque no podamos hacer nada para evitar esa emoción en situaciones que nos generar un malestar emocional intenso, podemos aprender a controlarla y a no dejar que se convierta en algo que afecte a nuestros actos.

La ira cumple una función específica, como hemos comentado antes, es adaptativa y nos ayuda a mantenernos alerta en situaciones de peligro. Nos permite llevar a cabo esfuerzos para evitar las dificultades y hacerles frente que sin ella no podríamos realizar. Por ello, aunque estén ligadas la ira y la agresividad no siempre van de la mano. Podemos aprender a controlar nuestras respuestas ante la ira y quedarnos con la parte útil que tiene, como todas nuestras emociones.

El objetivo debe ser expresar nuestra ira de forma asertiva y útil para nosotros mismos y los demás. Tampoco sirve de nada simplemente anularla o evitarla, ya que eso puede llevarnos a un bucle en el que ese “control” nos genere más frustración y a la larga más ira.


¿Qué podemos hacer?

Controlar la sintomatología física y reconocerla

Cuando sentimos ira existen en nuestro organismo y nuestra conducta una serie de síntomas previos que pueden alertarnos de la subida. Aumento del ritmo cardíaco, sudoración, enrojecimiento, tensión, taquicardias, respiración acelerada… Debemos trabajar en encontrar e identificar nuestros patrone previos para poder empezar a trabajar en ellos antes de que aparezcan todos y nos invadan.


Se consciente de tus pensamientos

Podemos describir el proceso de la ira como una escalada, una subida, una emoción ascendente en la que subimos peldaño a peldaño hasta que nos invade la cólera.

El suceso negativo o frustrante no es el causante directo de que sintamos ira. Son las interpretaciones y los pensamientos que tenemos ante determinadas situaciones. Si conseguimos identificar ciertos pensamientos que nos producen y nos aumentan estas sensaciones de enfado, irritabilidad o molestia, podremos detectar el aumento de la ira antes de que se escape de nuestro control.

Todos esos pensamientos candentes son los que nos producen las sensaciones físicas de tensión y ansiedad relacionadas con la ira.


Entender nuestros conflictos

En muchas ocasiones, esos pensamientos irracionales o interpretaciones erróneas que nos producen ira, tristeza o ansiedad, vienen dadas de una falta de entendimientos de los conflictos. Una mala comunicación ante un problema puede llevarnos a completar información que no tenemos, por no saber o no poder preguntar.


Utilizar técnicas de meditación

La meditación, ejercicios como yoga o simplemente el ejercicio físico son muy beneficiosos a la hora de aumentar el control sobre nuestras emociones. En el caso de la ira, es una forma de liberar tensión corporal. Además el ejercicio físico libera una serie de sustancias en nuestro cerebro que favorecen nuestro estado de ánimo positivo. Pensar antes de actuar En muchas ocasiones habréis escuchado la expresión piensa antes de actuar. En situaciones en las que la carga emocional es muy potente y nuestras emociones y sentimientos son elevados, merece la pena pararnos un momento (aunque sea necesario alejarse temporalmente de la persona y situación) y hacer balance sobre la utilidad de nuestras posibles actitudes agresivas. Controlar nuestra ira permaneciendo en el lugar o con la persona que la causa es mucho más difícil que si nos permitirnos alejarnos de ello por un momento, sea física, psicológicamente o ambas.


No acumular la ira

Si simplemente negamos nuestras emociones en vez de enfrentarnos a ellas, por evitarnos una discusión o por miedo, estaremos generando un cúmulo de descontentos que nos llevaran en un futuro a retener una carga mayor ante las mismas situaciones.


Acudir a terapia

Un profesional de la psicología puede ayudarnos a gestionar las emociones y sus reacciones. En el caso de la ira, debemos tener en cuenta que puede tener como consecuencia comportamientos y respuestas agresivas. La terapia psicológica tiene como objetivo, en estos casos, ayudarnos a convertir las actitudes de agresividad en respuestas más adaptativas para nosotros mismos y los demás. Manejar la agresividad y aprender técnicas de autocontrol emocional son dos de los principales objetivos de la terapia.

 

Y recuerda…

  • NO evites la situación o huyas del problema
  • NO confundamos el tiempo fuera con evitar de forma permanente e intentar dejar de lado nuestro enfado, malestar o molestia ante una situación.
  • NO solo basta con expresarla para que se pase. Es más, en ciertas situaciones expresar nuestras emociones en el momento en el que las estamos sintiendo solo nos permite comunicarnos totalmente llevados por ella. En el caso de la ira podríamos vernos en una discusión o situación que probablemente no tendríamos si repasamos e intentamos encontrar la causa y la explicación para ella.
  • NO solo nos genera ira los acontecimientos de nuestro alrededor. En muchas ocasiones nuestras emociones se ven mucho más influenciadas por la interpretación que damos de las cosas. De ahí que, dos persona pueda actuar de formas totalmente opuestas ante una misma situación.
  • NO alcanzamos más objetivos y necesidades si nos enfadamos ante las situaciones. Piensa que las discusiones son útiles si llegamos a acuerdos reales y asertivos para evitarlos en el futuro.
     

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