Si pensamos en lo primero que hacemos al despertarnos y lo último que hacemos antes de dormirnos, para muchas personas habrá un factor común: el móvil. Ya sea para usar una de sus herramientas como el reloj o la alarma, muchas veces son nuestra ventana al mundo exterior, a través de las redes sociales. En especial, las personas jóvenes están tan conectadas a estas aplicaciones que no contemplan el hecho de no revisarlas antes de irse a dormir o nada más levantarse. Es evidente que las nuevas tecnologías han cambiado nuestra forma de vivir, relacionarnos, trabajar y nuestro ocio (sobre todo desde el confinamiento). Ya hemos hablado en otras ocasiones de ellas y de cómo han cambiado, por ejemplo, nuestra forma de ligar. Pese a ello, cada vez es más frecuente ver a personas de todas las edades conectadas mientras realizan otras tareas. Conectadas a las redes sociales mientras están con otras personas, incluso haciendo cosas que ponen en peligro su bienestar como utilizar el móvil conduciendo. Da la impresión de que está en todas partes y nos lo llevamos a todas partes. En este escenario es donde nace el llamado síndrome FOMO o miedo a perderse algo. ¿Qué es el síndrome de FOMO?Cuando hablamos del síndrome FOMO nos referimos al temor a ser excluidos, algo que siempre ha estado ahí. Esa sensación incómoda y desagradable de estar perdiéndome algo que me gustaría estar haciendo, que mis amigos o familiares están disfrutando y yo no puedo. Lo que ocurre, es que con las redes sociales estamos constantemente viendo planes, viajes, conciertos, cenas, trabajos, citas en pareja que nosotros y nosotras no estamos experimentando y esta sensación ya no queda limitada exclusivamente a nuestro círculo social, sino que puede producirse con miles de personas de las que recibimos esta información. Personas que conocemos, que no conocemos, amigos de amigos o famosos o famosas. A esto le sumamos, ya no solo el malestar de centrarnos en lo que no estamos haciendo o no hemos hecho, sino que tenemos la sensación de necesitar, no perdernos nada de lo que hacen las otras personas, de estar constantemente conectados, de que nada se nos pase por alto. En este sentido, las redes sociales dejan de ser una herramienta de ocio para ser un elemento de agobio en nuestras vidas. De comparación, de enganche y que nos impide vivir el momento que sí que estamos experimentando y que desvalorizamos por comparación. Como hemos comentado antes, no es un sentimiento nuevo, tener miedo a perderse algo, una experiencia, una vivencia, un viaje… Simplemente, las redes sociales no nos ponen barreras a que esto nos ocurra de forma masiva y constante. Si queremos, siempre vamos a encontrar un plan reflejado en ellas que no estemos haciendo y queramos hacer. ¿Es real todo lo que vemos en las redes sociales? En este punto creo que es importante que hagamos esa reflexión sobre la veracidad del contenido que publicamos y vemos en redes sociales. No significa que todo el mundo mienta en sus publicaciones, pero sí que es cierto que en estas aplicaciones decidimos qué mostramos y cómo lo mostramos, moldeamos la realidad a nuestro gusto. Así que no estamos comparando nuestra “vida aburrida” con la vida de otra persona, sino con lo que esa persona quiere mostrarnos. Considero que en el fondo todos y todas somos conscientes de que en cualquier red social solemos mostrar los mejores momentos, igual que antes se hacía un álbum de recuerdos con las mejores fotografías. Esta reflexión es fundamental que se la hagamos ver a las personas más jóvenes, ya que puede que no sean realmente conscientes de ello y basen sus deseos y aspiraciones en modelos que no son todo lo que muestran, pudiendo generarles mucha frustración. ¿Qué peligros conlleva este síndrome?Claramente, estamos hablando de una distorsión que nos genera malestar psicológico y emocional y que además aumenta el riesgo de estar enganchados a las redes sociales, desconectando de nuestra realidad tangible y material. Este tipo de sensaciones de agobio por no estar viviendo al cien el verano o las vacaciones generan mucha ansiedad e incapacidad para desconectar y, como ya hemos comentado, entre las personas jóvenes resulta todavía más problemático. No estamos diciendo que haya que desconectarse por completo o que las redes sociales sean malas, pero sí que es necesaria una educación en su buen uso, unos tiempos, unos límites y trabajar todos esos pensamientos negativos que nos afectan si fuera necesario. Debemos darnos cuenta de que no es una cuestión solo de “envidia” por lo que no hacemos, es algo que afecta a nuestra autoestima y autoconcepto, a nuestras relaciones sociales y nivel de satisfacción. Un empleo indebido de estas aplicaciones nos engancha y desconcentra de nuestras obligaciones, pero también del ocio que podemos disfrutar. ¿Cómo podemos superarlo?Si creemos que nosotros o nosotras mismas o alguien a nuestro alrededor puede estar sufriendo dependencia por las nuevas tecnologías, móviles y/o redes sociales, es importante intentar ponerle remedio e incluso podemos pedir ayuda profesional. Empieza por un par de normas sencillas: No usarlo antes de dormir Además de que esto es beneficioso para nuestra higiene del sueño, podemos empezar a ubicar el tiempo que pasamos con el teléfono móvil en momentos determinados. Ya que controlar los ratos libres o momentos de aburrimiento puede ser más difícil al principio, empecemos por establecer cuándo no vamos a utilizarlo. Establece momentos de desconexión Establece normas con tus relaciones sociales sobre no usar el teléfono cuando quedas con amigos, familiares o compañeros de trabajo y establece también momentos de ocio diferente para ti. Si, por ejemplo, estoy viendo una película o una serie, voy a poner ese rato el móvil en silencio e incluso dejarlo en otra habitación para que no interfiera y pueda centrarme en lo que estoy viendo. Pide ayuda Cuando hablamos del síndrome de FOMO y/o de una adicción a estar conectados a las redes sociales no es ninguna tontería. Pese a que hemos comentado que es un problema que se relaciona mayormente con jóvenes y adolescentes, muchas personas adultas también sufren este tipo de presiones. Puede que incluso sean relacionadas con sus redes sociales profesionales y que les impidan desconectar del trabajo y las obligaciones. No olvidemos que existen, aparte de redes sociales de ocio, herramientas en nuestro teléfono como el email, que hace que no podamos ni elegir cuando recibimos información sobre nuestro trabajo, aunque haya terminado nuestra jornada laboral. En este tipo de situaciones puedes acudir a un profesional de la psicología para que te ayude a marcar límites y utilizar las redes sociales de forma sana, a desarrollar herramientas para controlar esos pensamientos intrusivos y obsesivos sobre la necesidad de no perdernos nada o de valorar negativamente nuestras experiencias por compararlas constantemente. |
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