Alguna vez has reflexionado sobre qué esperas de ti mismo/a. La respuesta a esta pregunta suele crearse no solo por nuestra propia opinión o valoración, sino que viene ligada a otras preguntas a las que les damos respuesta desde nuestro interior: ¿Qué esperan de mí los demás? ¿Qué debería de hacer? ¿Cómo debería ser?... En ocasiones, las personas pueden llegar a sufrir mucho por lo que esperan de ellas mismas y lo que creen que esperan los demás, ya sea en el ámbito profesional o personal. En la vida no hay nada seguro y suele haber momentos y etapas en las que la incertidumbre nos echa un pulso. No todo depende de nosotros mismos y nuestros actos. De ahí que, pretender controlarlo todo y establecer metas y objetivos buscando la perfección sin tener en cuenta nuestro contexto puede ser muy peligroso para nuestra autoestima y salud emocional. ¿A qué nos referimos con autoexigencia?La autoexigencia no es algo malo per se. Suele ser necesario ser exigente con nosotros mismos y nosotras mismas para lograr ciertos objetivos, mantener la motivación, crecer profesionalmente o alcanzar metas que nos hemos propuesto. Hasta aquí todo es lógico y saludable, sin embargo, debemos tener cuidado dónde ponemos el límite. Ser responsable, evitar procrastinar, ser constante y esforzarnos al máximo no es lo mismo que obsesionarnos con la perfección. Cuidado con exigirnos más de lo que podemos dar o convertir nuestros fracasos en algo imperdonable, dándoles más valor en la balanza que a los logros. Es en este punto en el que el perfeccionismo se vuelve algo desadaptativo que afecta directamente a nuestra autoestima. La autoestima no es algo estático que se mantiene estable todo el tiempo. Normalmente, fluctúa entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que sentimos que deberíamos ser. Como hemos comentado antes, este tipo de discordancias pueden ser positivas si nos llevan por el camino de la motivación para el cambio, en función de nuestras posibilidades y circunstancias vitales. El problema viene cuando esta autoexigencia se convierte en una carga que, no solo afecta a nuestro estado emocional y de ánimo, también nos impide avanzar y nos bloquea en nuestras metas. La autoexigencia llevada al extremo es una cualidad que genera malestar, ansiedad y bloqueo en nuestra vida. Nos satura e impide integrar nuestros errores y vulnerabilidades con naturalidad, como una oportunidad o un punto de partida. Si queremos avanzar debemos aceptar que podemos equivocarnos, que no podemos con todo solos/as, que igual necesitamos ayuda o más tiempo y eso no nos hace peores. Perfeccionismo y autoexigenciaSeguro que habéis escuchado que en una entrevista de trabajo debemos potenciar nuestras fortalezas y cualidades. Es bastante común, siendo un discurso que se repite, decir que somos perfeccionistas, como si eso solo pudiera significar algo bueno. Pues tengamos cuidado, porque no todas las formas de perfeccionismo son beneficiosas para alcanzar nuestros objetivos y esta cualidad puede volverse un gran enemigo si no trabajamos para que sea adaptativa. Es decir, que ante las típicas preguntas de: “Dime 3 virtudes y 3 defectos sobre ti” no pensemos en el perfeccionismo como algo automáticamente bueno, debemos matizar y explicar por qué esta característica es algo que nos ayuda y no que nos perjudica. Hemos hablado de expectativas, motivación, establecimiento de metas, constancia y crecimiento, pero cómo podemos cuadrar todas estas ideas como procesos internos de nuestra psique. Cuando hablamos de perfeccionismo nos referimos a tener unas altas expectativas hacia al logro, pero no de cualquier forma. Hablamos de alcanzar nuestros objetivos de la mejor manera posible. En este proceso es lógico que pongamos en marcha la autoexigencia, que no tiene que ver tanto con buscar la perfección. La autoexigencia es como la voz interior que nos guía en este proceso. La autoexigencia es una crítica que viene de nuestro interior, de nosotros y nosotras mismas. Es en este punto en el que nuestro perfeccionismo y autoexigencia pueden convertirse en negativos y perjudiciales, cuando tenemos la sensación de no estar haciendo nunca lo suficiente, de no valorar nuestros logros o los avances, solo ver lo que todavía no hemos alcanzado. Este lenguaje interno, en forma de autocrítica, podría ser beneficioso si lo elaborásemos desde la balanza de lo que hemos hecho bien y lo que podemos mejorar, para potenciar nuestras fortalezas y desde ahí trabajar las debilidades. Es así como nos adaptaremos a nuestras circunstancias y podremos enfrentarnos de forma realista a nuestro entorno concreto, contando con todas las variables. El perfeccionismo y autoexigencia se vuelven algo negativo cuando valoramos constantemente el error e intentamos establecer metas y objetivos muy altos buscando una satisfacción futura que no podemos alcanzar desde el punto que nos encontramos. ¿Cómo nos afecta?Alguno de los problemas con la autoexigencia es que nos movamos en valoraciones extremas y dicotómicas, entre el todo y nada o siempre y nunca. Es por esto, que puede generarnos tanta ansiedad. Son pensamientos rígidos que no dan pie a la flexibilidad. Estos criterios basados en valoraciones absolutas sesgan nuestras interpretaciones, solo vemos el resultado (bien o mal) sin valorar de manera objetiva todos los factores y agentes que influyen sobre él. Esto puede traducirse en ansiedad, estrés, sensación de bloqueo, aislamiento o baja autoestima que además pueden llevarnos a afectar también a nuestra salud física, causando insomnio, pérdida de apetito, problemas gastrointestinales, tensión muscular, etc. Pide ayuda“¿Debería de…?” Lo primero es empezar a identificar esos pensamientos que se inician desde el “debo”, desde lo que pienso que se espera de mí, desde la presión que me genera. Evidentemente, la cultura, nuestra educación, nuestras relaciones sociales y nuestras experiencias nos han ayudado a formar estos pensamientos de autoexigencia y debemos trabajar en ellos. La ayuda psicológica nos permite identificar esas expectativas y metas desmesuradas y establecerlas de nuevo de forma realista, flexibles, buenas para nuestra salud emocional y coherentes a nuestro contexto y posibilidades. Además, se trabaja la imagen que hemos creado de nosotros y nosotras mismas para reconciliarnos también con ella. Igual de importante es trabajar la gestión sobre los fracasos y errores que hemos cometido, algo que a muchas personas les genera dificultad. La terapia puede ayudarnos a ser más compasivos con nosotros mismos y generar una visión global que abarque tanto logros como fallos, que integre esos fracasos como parte del camino hacia el éxito que ansiamos y que nos permita valorar el esfuerzo, no solo el resultado. Debemos aprender a desarrollar un diálogo interno que acompañe este proceso para que esa voz, esa autocrítica, sea nuestra aliada para transformar progresivamente nuestra evaluación sobre el propio desempeño. |
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